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lunes, 29 de mayo de 2017

Avance Capítulo 8.



Hola a todos.

Aquí va un nuevo avance. Así que sacad las palomitas, ¡¡¡ y a disfrutar!!!.

Avance  capítulo 8.

Sintió un peso sobre su cuerpo. Unas manos acariciaban sus pechos, una lengua juguetona, abriéndose paso a través de sus labios. Ante sus ojos vio un mar embravecido mirándola, observándola.
Abrió los ojos desconcertada, mirando a la cama donde dormía, y que por lo visto, a excepción de ella, estaba vacía. Mordió la almohada con frustración, maldiciendo a Dorian.

En la cafetería, se acercó al buffet, cogió un zumo de naranja natural, acompañado por un pan tostado, jamón ibérico, aceite y sal.
Jodie sintió como los pelillos de la nuca se le erizaban, como sí alguien la estuviera traspasando con la mirada. Se dio la vuelta y su nariz chocó contra la de Dorian, que por su postura inclinada hacia delante, dejó claro que había estado oliendo su perfume. Jodie se asustó y echó un paso atrás. 
¡Dorian! 
Buenos días, Jodie. 
¡Dios, me has asustado! – dijo, poniéndose una mano sobre el pecho. 
No era mi intención. 
¿Qué hacías tan cerca de mí? 
Quería darte los buenos días. 
Vale, pues ya lo has hecho. – contestó tajante, mirándole con los ojos entrecerrados, mientras caminaba con el desayuno entre las manos hacia una mesa. 
¿Sueles despertarte de mal humor? 
¿Por qué? – preguntó sentándose frente a una mesa. 
Me gustaría saber con qué clase de mujer me voy a despertar mañana. – se sentó a su lado, apoyando el mentón sobre la palma de la mano, mirando los labios de Jodie. — Sé que no me defraudarás. – se levantó de la silla, la besó el dorso de la mano sensualmente, sin quitar la mirada de sus ojos. — Hasta la noche. 
Sí, eso, hasta la noche. – contestó costosamente. 
Mientras Dorian se marchaba, Jodie se abanicaba con la mano, resoplando de excitación.

Dorian la esperaba a los pies de la escalera, Y, ¿sí otra vez le había dejado colgado? Entonces subiría hasta su habitación, se la cargaría sobre los hombros y se la llevaría por la fuerza. Pero eso no sería necesario.
Jodie bajó tímida y elegante, con el pelo recogido en un bonito moño y maquillada con purpurina en la punta de las pestañas.
Los zapatos eran negros, con unos diez centímetros de tacón, cerrados con una fina brida de diamantes alrededor de sus delgados tobillos.
El vestido a simple vista parecía normal, de un largo que a Dorian le gustaba, ya que sí ella se agachaba, podía conocer mejor a Jodie  por debajo de su ropa. Estaba hecho de hilos, o más bien parecía deshilachado, pero en ese mismo momento, el vestido de Jodie se iluminó, literalmente.
Dorian le ofreció su mano y ella la aceptó cuando llegó al final de la escalera. 
Brillas como las estrellas. ¿Por qué se enciende tu vestido? 
¿Te gusta? – sonrió. 
Da luz a tu cara, la cual  siempre suele estar enfadada, pero hoy estás hermosa. 
Es la última moda. – bajó la cabeza avergonzada — Está hecho con hilos fotoluminiscentes y tecnología de seguimiento ocular, que se activa con las miradas de los espectadores. 
¿Por eso ha brillado? 
Sí, porque tú me has mirado. 
No te preocupes, no seré el único. – hizo una mueca — Conozco los vestidos que cambian de color, pero no conocía los que llevan bombillas incorporadas. – ella rió. — En serio, estás preciosa. 
Tú tampoco estás mal. – sonrió. 
Dorian le abrió la puerta del copiloto a Jodie. Rodeó el coche y se sentó frente al volante, mirándola, pensativo. 
Iba a llevarte a la ruta’l quesu y la sidra, como ya sabes, pero por lo visto no sabes dónde te encuentras – ella le miró arqueando las cejas, sin comprender — Esto es Asturias. Todo campo. Pensé que al oír la palabra ruta, sabrías que habría que caminar. – ella abrió la boca, pero él no la dejó hablar. — Por tu atuendo, y esos diez centímetros que has crecido desde que te vi hace unas cuantas horas, no creo que aguantes esta excursión, así que como segunda opción, te voy a llevar al restaurante “La Ciudadela".
Jodie se miró los zapatos y chasqueó la lengua.
Dorian encendió el coche con el pulgar.
No podía quitar los ojos de las piernas bronceadas de Jodie, y a sus pies, parecía llevar un bulto de tela. 
¿Qué es eso qué llevas ahí? – dirigió la mirada al bulto. 
¡Ah! Es tú chaquetón. Pensé que tenía que llevarlo encima por sí esta noche tuviera que devolvértelo. – le miró de reojo. 
Creo que me va a gustar cómo y dónde acabará nuestra cita de hoy. 

Al entrar al restaurante, un hombre bien vestido, engominado y con una servilleta en el brazo, los guió hasta un reservado, donde había tres mesas separadas y dispuestas con dos sillas cada una, metidas en un hueco parecido a una cueva. 
¿Te gusta el sitio? 
Sí, aunque con menos luz de lo que había imaginado. 
No te preocupes por eso, tú iluminas el resto. – ella sonrió ruborizada. — Me refiero a tu vestido. – rió con fuerza. 
No te gusta, ¿verdad? – parecía triste. 
Me gusta cualquier cosa que te pongas, sólo era una broma. ¿Por qué te importa tanto si me gusta o no? 
Porque quiero gustarte. – contestó sin rodeos. 
Llegó el camarero, cortando la conversación. 
¿Ya saben lo qué va a tomar? 
¿Confías en mí? – preguntó Dorian a Jodie. Ella dijo que sí con la cabeza, mirándole con ojos brillantes. — Queremos una tabla de quesos de Afuega´l Pitu, Cabrales y la Peral. De marisco nos va poner, una Andarica, un Bugre, una Ñocla, una Parrocha, Pixín y Tiñosu. Y de carnes, Cachopo y Pitu de Caleya. – respondió, leyendo la carta. 
¿Alguna otra cosa de beber? 
No, el vino de la casa está bien. Gracias. 
Le devolvieron las cartas y el camarero se marchó con la comanda.

Durante la cena, Jodie iluminaba la cueva, no sólo por su vestido, si no con su sonrisa. Se sentía feliz, dichosa, y el hormigueo que recorría su estómago, le gustaba.
Jodie le habló de su divorcio, de lo extraño que le pareció que Jesús la dejara por Julián, de las ganas de reír, llorar, o estrangularlo que había tenido en esos momentos, de su risa histérica, de los gritos que vinieron después, y por último, de sus llantos abrazada a la almohada. Aún, cada día al despertar, se levantaba mirando a su lado de la cama esperando verle ahí, a su lado, abrazado a ella, pero en seguida volvía Julián a su cabeza.
El camarero llegó de nuevo para recoger los platos. 
¿Van a tomar algo de postre? 
Sí, traíganos un Carbayón y una Casadielles, una copa de licor de sidra dulce y una copa de crema de arroz con leche. – el hombre afirmó con la cabeza. — Y si es tan amable, ¿podría llevárnoslo a la terracita de atrás? – preguntó Dorian. 
Por su puesto, señor. – se marchó. 
Tienes buen gusto. – admitió Jodie. 
Lo sé, me gustas tú. – ella rió bajito. — Venga, sígueme, salgamos a la terraza. 
¿No hará mucho frío? 
Ponte mi chaquetón. – entrelazó sus dedos a los de ella — Cierra los ojos. – ella arrugó la nariz — Hazme caso. – se puso el chaquetón, cerró los ojos, y se dejó guiar por él. Pronto sintió el frescor de la noche. — Ya puedes abrirlos. – Jodie hizo lo que él le decía, y vio una enorme bola blanca y brillante ante sus ojos, tan cerca de ella, que parecía que pudiera tocarla. — Te he alquilado la luna. 
Jodie se dio la vuelta con lágrimas en los ojos, rozando con sus labios los labios de Dorian.


¿Os gustaría saber qué pasa entre Jodie y Dorian? Cuando salga mi novela a la venta, os estará esperando.
¡Hasta el siguiente post, seguidores!

3 comentarios:

  1. Silvia,eres una escritora estupenda, me encantó el libro el bebé de oro , estoy deseando leer el segundo libro . Muchos besos y un abrazo .

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  2. Recomiendo a todo el mundo q lea el libro

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    Respuestas
    1. Hola gema.
      me alegro muchísimo que te haya gustado mi novela. Espero no defraudar a mis lectores con la siguiente entrega.
      muchas gracias por tus palabras y me encantaría tenerte como seguidora.
      Un beso.

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